Tres años se cumplen también de mi primera visita a esta ciudad,y para celebrarlo regreso a la urbe que me enamoró con el primer vistazo.Sus calles,sus miles de parques,sus bicicletas,sus edificios de aire melancólico,sus monumentos testigos de mil y una batallas,su comida,su mezcla cultural,sus colores,sus sonidos....todo parece estar en su justa medida para que todos tus sentidos se despierten a la vez y permitirte vivir una experiencia única con solo pasear a través de sus entrañas...
No es necesario más que voluntad,un buen libro y una cámara de fotos para perderse por sus enormes avenidas.Cualquier rincón es idóneo para disfrutar de la ciudad,para contemplar el ajetreo de sus gentes o el aire bohemio de sus cafés.
En parte parece que gran parte de la ciudad permanece dormida desde el siglo XIX.Es como si Napoleón y su corte burguesa nos mirase desde los imponentes edificios y nos hiciese un guiño,queriéndonos mostrar como era el París de entonces.
Y si el estómago nos reclama,no hay mayor perdición que la de meterse en una de sus miles de boulangeries y saborear tan solo con el fabuloso aroma las mejores obras maestras de pan jamás probadas.Pero si eso no fuera suficiente,no hay que hacer desprecio a las fantásticas galletes, una fusión entre los exquisitos crêpes y los más variados productos mediterráneos.
Mas,como comer crea sueño,no hay mejor remedio en París, que irse a cualquiera de los numerosos parques a tumbarse a la larga.Deporte por excelencia en la capital,el uso y disfrute de los parques es una costumbre muy extendida entre los parisinos,que utilizan estos espacios para comer,leer,relajarse,jugar,socializar,etc...
Pero todo lo bueno se acaba, y ahora me toca volver a la realidad,la de las montañas de apuntes amenazantes, la luz de la lámpara de escritorio y la incertidumbre de los odiados exámenes...
Hasta aquí puedo leer por hoy...mañana más,y esperemos que algo mejor,¿no?
:)
No es necesario más que voluntad,un buen libro y una cámara de fotos para perderse por sus enormes avenidas.Cualquier rincón es idóneo para disfrutar de la ciudad,para contemplar el ajetreo de sus gentes o el aire bohemio de sus cafés.
En parte parece que gran parte de la ciudad permanece dormida desde el siglo XIX.Es como si Napoleón y su corte burguesa nos mirase desde los imponentes edificios y nos hiciese un guiño,queriéndonos mostrar como era el París de entonces.
Y si el estómago nos reclama,no hay mayor perdición que la de meterse en una de sus miles de boulangeries y saborear tan solo con el fabuloso aroma las mejores obras maestras de pan jamás probadas.Pero si eso no fuera suficiente,no hay que hacer desprecio a las fantásticas galletes, una fusión entre los exquisitos crêpes y los más variados productos mediterráneos.
Mas,como comer crea sueño,no hay mejor remedio en París, que irse a cualquiera de los numerosos parques a tumbarse a la larga.Deporte por excelencia en la capital,el uso y disfrute de los parques es una costumbre muy extendida entre los parisinos,que utilizan estos espacios para comer,leer,relajarse,jugar,socializar,etc...
Pero todo lo bueno se acaba, y ahora me toca volver a la realidad,la de las montañas de apuntes amenazantes, la luz de la lámpara de escritorio y la incertidumbre de los odiados exámenes...
Hasta aquí puedo leer por hoy...mañana más,y esperemos que algo mejor,¿no?
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